Apuntes (de actualidad) en torno al tema
Por: Msc. María Ileana Faguaga Iglesias
Antropóloga e Historiadora
La problemática racial en la Cuba de hoy, esa que nos comprende a quienes hemos nacido aquí y a su descendencia siempre que nos sintamos cubanos –sin importar su lugar de residencia ni su credo político-, viene siendo en los últimos tiempos una de las cada vez más tratadas y, paralelamente, de las cada vez más polémicas, polemizadas y, pareciera que hacia el futuro inmediato, de las que será más polemizables.
Actualmente, quizás lo más interesante no sea lo polémico del tema. Puede que su mayor interés radique en el hecho de que, quienes nos enfrascamos en este, no siempre tenemos claro que lo importante no está en imponer criterios –lo que se ha instituido como parte del ser cubano-, sino en que nos acerquemos y nos encontremos en torno a una problemática que nos debería implicar a todos quienes hoy tengamos la voluntad de ser cubanos, preparándonos en el ejercicio de la búsqueda de consensos allí donde sea posible, para lo cual será imprescindible que aprendamos a flexibilizar y a exigir, a dialogar y a reclamar… a negociar.
Aplicarse en el discernimiento de asuntos concernientes a la(s) identidad(es) es propio de naciones jóvenes. Aun con nuestra condición física –y psicológica- de isla, Cuba no es la excepción, aunque en ocasiones así lo creamos o, peor, lo pretendamos. Ese discernimiento, que discurre como procesos de (auto) reconocimientos más o menos aislados, más o menos imbricados, en la Cuba actual implica tener presentes algunos elementos fundamentales, que no deben escapar del análisis en tanto se mantienen por casi medio siglo gravitando en nuestra realidad, desde la macro hasta la micro comunidad.
Consideraciones insoslayables
--- La política del gobierno cubano, con sostenida tendencia a la rigidez, a tolerar o reconocer –con mucha dificultad- escasos espacios internos de autonomía, concibiendo los circuitos de reflexión, información y construcción de conocimiento como parte de sus trincheras –su recién pregonada y siempre librada batalla de ideas así lo muestra-, limitando y hasta impidiendo las necesarias introspecciones, indagaciones, consideraciones, interrogaciones y cuestionamientos sobre nosotros mismos.
--- El diferendo político entre el gobierno isleño y sus homólogos estadounidenses transversaliza prácticamente toda realidad cotidiana de la población cubana –incluso fuera de la Isla-, sin distinguir si la persona en cuestión tiene o no algún tipo de comprometimiento político militante.
--- La emigración, con sus diferenciadas características: según el momento histórico en que aconteció, el estrato social al que pertenecían los emigrantes, la edad al momento de emigrar, los vínculos afectivos con el país de origen, la raza, el lugar de asentamiento, etc.
--- Internamente, la pertenencia generacional, el nivel de conocimiento y de información en torno al tema, la política tabú respecto a este, la tenencia o no de conciencia racial y la militancia política, entre otros elementos, han hecho/hacen su parte.
¿Divisionistas? ¿Agentes enemigos? ¿Racistas? ¿Alarmistas?
Divisionista ha sido la categoría acusadora con la cual, durante más de un siglo, la población cubana negra –incluyo en esta a la mestiza- ha sido señalada, estigmatizada y demonizada cuando ha pretendido hacer valer su derecho a ser tomada en cuenta en la conformación de los proyectos políticos de nación. Los llamados padres fundadores de la nacionalidad cubana, desde José Antonio Saco hasta Carlos Manuel de Céspedes, enarbolaron diseños excluyentes para una Cuba en la que la población negra, en el menos traumático de los propósitos –para sus connacionales blancos- fuera ciudadana de inferiores categorías mientras paulatina y sostenidamente, con la estimulación a la inmigración blanca, desapareciéramos, procediéndose a lo que hoy llamaríamos limpieza étnica, entonces considerada una forma de blanqueamiento social, en lo que tuvo a finales del propio siglo XIX el respaldo de la Sociedad Antropológica de Cuba(1).
Cuando cubanos distinguidos –por la posición intelectual(2)o política, etc.- reclaman sus vínculos con la Madre Patria española –cuyos componentes étnicos y raciales conforman nuestra nacionalidad, pero no son los únicos- o intentan reivindicar a aquella como el fundamento, el tronco, de la nacionalidad cubana que hoy vivenciamos, apenas reproducen el ideal nacional con el cual, en el siglo XIX, se lanzaron a la lucha por la independencia gran parte de la oficialidad blanca que libró las Guerras Independentistas del ‘68 y del ‘95. Ese fue el ideal de nación que se impuso en la República de 1902, cuyo primer presidente, Tomás Estrada Palma, había sido uno de aquellos oficiales independentistas. Ese fue el ideal por el que se hizo necesaria la creación del Partido de los Independientes de Color (agosto, 7/1908)(3). Fue, igualmente, el ideal que fundamentó la masacre de que fueron víctimas los Independientes de Color (1911). Y, pese a que lamentablemente continúe dudándose, ese fue/es el ideal por el cual durante casi un siglo se silenció lo que tendenciosa, humillante y muy cuestionablemente han dado en denominar la Guerrita de los Independientes de Color. Pero, ¿acaso es otro el ideal en que se sustentan quienes sacrificaron –con otros métodos- a Walterio Carbonell(4)por reclamar definiciones hacia la población negra durante los años ‘60 del siglo XX? ¿Es que fue otro el fundamento de quienes condenaron al exilio a Carlos Moore(5)por igual motivo? ¿Tienen otro ideal quienes declararon el tema afro –racial o no- como tabú, e, igualmente en el menos malo de los casos, lo folklorizaron/folklorizan, endilgando la renovadora categoría de agentes enemigos o la ya trasnochada de racistas, y, quizás, la de confundidos, a quienes insistimos en abordarlo y lo hacemos con independencia de criterios? ¿Qué otro ideal justifica el racismo –incluso muchas veces manifiesto(6)- de la academia cubana? ¿Cuál otro ideal respalda el racismo evidente en la escuela de ballet, que ha encontrado su ahora necesaria excusa en algún joven antropólogo –blanco- que intenta certificar desde la ciencia la ineptitud de las niñas negras –interesante combinación, muy recurrente, de discriminación por raza y sexo- para la práctica del ballet y, cuando no le queda recurso en la ciencia, acude al conocido arquetipo diciendo: no llegarían a nada, porque son simplemente vagas?(7)
Narrativas de la nacionalidad Narrativas politizadas y racializadas –siempre polarizadas- de la nacionalidad cubana parecieran imponerse en determinados espacios de poder o de pugnas por este, ignorándose o pretendiéndolo, a los millones que conformamos y sostenemos a la nación, cualquiera sea el credo impuesto –cultural/religioso, racial, político, económico- por sus élites, de ayer y de hoy.
Coinciden, aquí y en el exterior, con independencia de sus militancias políticas, quienes perciben el futuro cubano sin la necesaria reevaluación de la nación, también, en lo racial. Coinciden, acá y allende nuestras costas, quienes nos consideran alarmistas y pretenden que de lo que se trata en Cuba no es de conflicto racial, sino de clases, lo otro es un error. Se encuentran, igualmente, quienes reciclándose al estilo de no, yo nunca he sido racista, procuran apadrinar intelectualmente a alguna persona negra y hacer ebbò(8)por si acaso… porque quién sabe lo que va a pasar, hasta dónde van a llegar estos negros; entre estos, se sitúan los que apenas hasta ayer negaban la necesidad de estudiar el tema porque aquí no hay racismo, esto no es Estados Unidos, y ahora se autoerigen en especialistas en la temática y, en el caso de ser negros, pugnan por autoerigirse en nuestros líderes, pregonando yo sí, siempre he dicho que aquí hay racismo, pero no me han seguido otros negros, porque lo que hay es que hablar, decir las cosas a las autoridades, como yo siempre he hecho, donde quiera que he estado(9).
No faltan los historiadores –profesionales y autodidactos- que lejos de explicar intentan justificar con lo acontecido en el siglo XIX y antes de 1959 el actual racismo existente en Cuba. Ni los que procuran liberar de racismo al Ejército Independentista –a pesar de que una de las causas de la desmoralización de sus tropas y que contribuyera al fin de la Guerra de los 10 Años (1868-1878) fue el racismo de muchos de sus oficiales y de sus tropas, llegando a negarse a subordinarse a oficiales negros- y pretenden recordarnos que tuvimos a Antonio Maceo, Quintín Bandera y Guillermón Moncada, todos negros, entre sus más destacados oficiales, olvidando ellos el magro favor que hicieron a la causa independentista los oficiales que entregaron la guerra a los españoles –por cierto, eran blancos- y el valor acrecentado de la Protesta de Baraguá, protagonizada por el general Antonio Maceo, quien se negaba a renunciar a la lucha. Destacan los estudiosos y activistas de la temática racial que concentran en la burguesía anterior al ‘59 la responsabilidad histórica del racismo en Cuba, con lo cual explican el apoyo ofrecido por un sector de esta a la lucha de Fidel Castro en contra del gobierno del mulato Fulgencio Batista, mientras otros de esos estudiosos hallan precisamente en ese gobierno la inexistencia del racismo en lo que pudiéramos considerar la primera república cubana. Otros, igualmente imaginativos, advierten la existencia de racismo únicamente en el gobierno cubano actual, heredero –dicen- de aquella burguesía racista que antes gobernó (el país) y que lo apoyó, afirmando que, en la calle, no hay racismo. Aquí el negro y el blanco se juntan, se casan, se quieren, y no andan mirando eso de quién es blanco y quién es negro, eso lo hace el gobierno(10).
Convergen, por encima de diferencias políticas, en la Isla y en la emigración, quienes insisten en la políticamente acertada y conveniente idea de que Hombre es más que blanco, más que negro y más que mulato(11), o en la pertinencia del engaño de las razas(12), lo que nos anticipara en la década del ‘40 (1946) el polifacético Fernando Ortiz, nuestro primer antropólogo sociocultural, y que a fines del mismo siglo nos confirmara la genética. Unos y otros concuerdan en la refutación del término afrocubano que Ortiz introdujera en la academia cubana.
Valdría aclarar que, si bien las razas biológicamente son una falacia, como ya demostrara la ciencia, su oportunista construcción histórica ha quedado en el imaginario y se reitera y multiplica en todos los espacios: físicos y culturales(13). Infelizmente, los mecanismos de división –lo que significa ejercer violencia psicológica y puede que física- entre los humanos, calan en los imaginarios hasta inconscientemente. Tampoco en esto es Cuba una excepción, lo que muchos desearíamos. Reproducimos el racismo en cada uno de los niveles sociales, sin distinciones generacionales ni políticas. El incremento de matrimonios interraciales no puede ser considerado, imparcialmente, un indicador de lo contrario; muchos de esos matrimonios no dan cuenta de ausencia de discriminación sino de oportunismo racial, económico, etc., de cualquiera de las partes o de ambas. No contar con disposiciones para la segregación racial territorial, escolar, etc., no significa que no la tengamos; las escuelas de ballet siguen teniendo prevalencia de alumnos blancos y las de deporte de alumnos negros; los barrios residenciales siguen siendo mayormente habitados por personas blancas o que se consideran tales y los denominados barrios marginales o diferentemente favorecidos siguen siendo mayormente habitados por personas negras o cercanas a estas; las universidades, notablemente en las especialidades de humanidades, continúan teniendo mayoría de estudiantes blancos, lo mismo que las escuelas vocacionales de ciencias exactas; las modelos son casi exclusivamente blancas y las deportistas generalmente negras, como negra y joven es mayoritariamente la población penal… y… sería largo el etcétera.
Casi 50 años después de establecerse en el poder, ante evidencias que no necesitan saltar a la luz pues siempre han estado ahí, acrecentándose –de lo que dan cuenta los jóvenes raperos, entre otros-, el presidente cubano por vez primera no sólo reconoció el hecho –lo que tímida y esporádicamente ha venido haciendo en los últimos 7 años- sino que le dedicó especial atención en la entrevista que le realizara el periodista franco-español Ignacio Ramonet(14). Esto, en una sociedad en la que todo tiene que venir desde arriba, sabemos los de aquí que cobra especial significación.
Cuando hasta el presidente con el que, unos concuerdan, le alaban y apoyan, y otros discrepan, le critican y se oponen, reconoce la existencia de racismo en Cuba, llama la atención que, en uno y otro grupo, entre sus seguidores como entre sus opositores, tantos se afanen en silenciarla, en disminuir su real significado –identificando como prejuicio racial aquello que es simplemente racismo, donde por supuesto que el prejuicio desempeña un rol, no más-. Convienen, unos y otros, en rechazar el empleo del término afrocubano, que consideran propio de otros contextos; para los primeros, su utilización trataríase de una influencia estadounidense, cuya realidad racial nada tiene que ver con la nuestra, pues allí la población negra ha intentado crear una nación dentro de otra, donde los blancos les han tirado los perros… etc.; para los otros, en EE.UU. sí tienen razones para usar el término afroamericano –¿olvidan que ese es apelativo que podemos emplear todos los nacidos, con componente negro, en este continente?-, aquí no, aquí todos somos cubanos, porque en la Guerra de Independencia tuvimos integración(15).
… ¿A qué llaman integración?
… ¿De qué tipo de integración están hablando?
Son algunas de las interrogantes imprescindibles de puntualizar y cuyas respuestas es menester precisar. Cuanto antes, sería mejor.
… ¿Estamos integrados como ciudadanos categorialmente al mismo nivel?
… ¿Es eso lo que indican las condiciones de vida en que, mayoritariamente, nos desenvolvemos blancos y negros?
… ¿Es lo que indica la población penal?
… ¿Es lo que indica el ejercicio real de la posibilidad de acceso a los estudios universitarios, de post graduación, etc.?
… ¿Es lo que muestra la televisión?
… ¿Es lo que vemos en los círculos infantiles?
Destaca la reiteración con que, en determinados espacios –incluso en algunos que deberían ser de reflexión y producción de conocimiento- se enfatiza en el carácter indiscutiblemente mestizo de nuestra cultura nacional, obviándose –¿intencionalmente?- sus dominios –reales- de aislamiento –escasos pero innegables - y los lapsos existentes entre la vivencia del mestizaje y su reconocimiento y asimilación consciente. Quienes aquí hemos vivido durante estos 47 años, sabemos –a menos que no nos afecte negativamente y, entonces, no queramos verlo- de la reincidencia de tratamiento diferenciado entre cubanos, igualmente, por motivos raciales. Hemos nacido y hemos continuado siendo ciudadanos de categorías superiores e inferiores, atendiendo al color y al cabello, elementos raciales distintivos en Cuba. Mientras eso suceda, habremos los que sabiéndonos cubanos –culturalmente hablando- y con explícita vocación de serlo, preferiremos y nos asiste el derecho natural de reivindicarnos como afrocubanos, destacando de nosotros la herencia etno-racial por la que se pretende disminuirnos, aunque –interesantemente, pues no es independencia de criterios lo que debe mostrar un(a) buen(a) negrito, que es lo que debemos ser para integrarnos- disgustemos a las partes.
Como en el caso de la religión, la constitución cubana rechaza la posibilidad de la existencia de discriminación por motivos raciales. No obstante, la legislación del país no dispone leyes que garanticen esos derechos; el Código Penal no complementa lo constitucionalmente expuesto. Como la población religiosa cubana, la población afrocubana -que puede coincidir con ser religiosa- queda sin la posibilidad real, legal, de hacer valer su derecho constitucional –acreditación de su derecho natural- a no sufrir discriminaciones por motivos raciales, lo que parcializa su carácter de ciudadanos. NO… No se trata de auto victimización. Se trata de equidad, de justicia social con y para todos y cada uno de los sectores sociales. Se trata, entonces, de justicia racial.
La Habana, sábado 17/nov/2007.-
NOTAS 1. La Sociedad Antropológica de Cuba (octubre 7/1877) se caracterizó por un profundo sentimiento racista antinegro. La población negra, habitualmente caracterizada por los médicos españoles como vaga, glotona, supersticiosa, fetichista, entregada a las bajas pasiones… primitiva, constituía una preocupación para los médicos cubanos de finales del siglo XIX, quienes consideraron oportuno –pese a los problemas políticos y sociales que pudiera conllevar- incrementar la inmigración blanca, específicamente española. En la Sociedad se privilegió el criterio de que, finalizada la esclavitud, la población negra debía mantenerse aislada, que se debía aumentar su nivel educacional y cultural, para de esta forma resolver algunos de sus problemas sociales. (Beldaraín. Pág. 144) Según el médico José R. Montalvo, en Cuba la raza blanca superior veía casi equiparada su fuerza por las dos inferiores que pululan en nuestros campos y ciudades, la negra africana y la china, envolviendo esto un peligro para la civilización del país (En: Beldaraín. Pág. 140). Llegaba igualmente lejos el naturalista español Pedro Valdés Ragués, quien lamentó que, en la Isla, ¡Hasta las operaciones cesáreas favorecían a los negros! (Beldaraín. Pág. 142), siendo mayor el número de niños negros salvados por estas, en lo que nos unimos a la duda del especialista Beldaraín.
Beldaraín Chaple, Enrique. Los médicos y los inicios de la Antropología en Cuba. 2006. Fundación Fernando Ortiz. La Habana (Cuba)
2. Nuestra matriz es indiscutiblemente hispánica. (…) porque su cultura fue la que le dio armazón a la identidad de esa nueva realidad que se fue gestando paulatinamente y que es, precisamente, esta Cuba que llevo dentro.
De Céspedes, Mons. Carlos Manuel. “Cuba, la que llevo dentro”. Conferencia. Aula Fray Bartolomé de las Casas. Convento, dominico, San Juan de Letrán. Nov. 25/2004. En: Internet. Univ.nternacional de la Florida. Centro de Estudios Cubanos. Consultado, feb. 27/2006.(Subrayado de la autora.)
3. El Partido de los Independientes de Color –de plataforma integradora a la par que reivindicadora de los derechos de la población negra, aunque mal intencionadamente hasta hoy se le sigue calificando de racista-, la Guerra de 1911 –en realidad la mentira y la masacre de que fueron objeto sus participantes-, sus antecedentes y sus consecuencias no suelen ser incorporadas en los planes de estudio en los distintos niveles de enseñanza. Los independientes de color, obra de Serafín Portuondo Sánchez, hijo de uno de los protagonistas de Los Independientes, que fuera publicado en 1950, no se reeditó en Cuba hasta el 2002, aunque muchos queríamos su presencia en nuestras librerías. Recientemente se proyectó en la televisión nacional –no muy promocionado ni en el canal principal, en horario de competencia con programas de mucha teleaudiencia-, el documental que sobre el hecho hiciera la realizadora Gloria Rolando.
4. Destacado intelectual cubano, negro, proveniente del Partido Socialista Popular (comunista). Integrado en la triunfante revolución castrista, fue detenido, encarcelado y se le aplicaron electro shoks por insistir en la necesidad de tratar con especial énfasis la problemática racial en Cuba. Su obra de relectura de la historia nacional, publicada en los ’60 (siglo XX), se reeditó recientemente, en facsímile, únicamente para personalidades. Luego de su salida de prisión, en acelerado estado de deterioro, suele vérsele trabajando en la Biblioteca Nacional José Martí, relegado al olvido por muchos y venerado a distancia por tantos.
5. Destacado intelectual cubano. Heredero intelectual del maestro W. Carbonell, quizás el único cubano que debió abandonar su país asilándose en una embajada africana. La única mención que recuerdo sobre él en la prensa nacional fue un breve párrafo calificándole de agente de la CIA. Actualmente vive en Brasil, donde imparte cursos en universidades y continúa escribiendo. Castro, the Blacks and Africa (1988 y 1991). Universidad de California. EE.UU.) puede considerarse, hasta el momento, su obra cumbre; nunca ha sido editada en Cuba. Su más reciente obra sobre la temática la escribió con el auspicio del gobierno brasilero y está por publicarse.
6. Estudiosos cubanos, blancos, han manifestado públicamente, en espacios académicos, la incompetencia de sus colegas negros para estudiar la temática racial, aduciendo que estamos condicionados por el color, por lo que nos consideran incapaces de analizar científica y objetivamente el problema.
7. Trabajo de campo de la autora. El estudioso mencionado presentó en la Casa de África, en taller público de carácter internacional (2004), una ponencia sobre el tema, que aunque suscitó numerosas intervenciones de estudiosos contrariados por su tesis, motivó fuera entrevistado por un periodista cubano que consideró muy inteligente la propuesta del joven investigador, divulgada hacia el exterior por una agencia extranjera de noticias.
8. Ebbo: Limpieza ritual realizada para alejar la mala suerte. Propia de la Regla de Ocha o Santería.
9. Citas recogidas en trabajo de campo de la autora.
10. trabajo de campo de la autora.
11. José Martí.
12. Ortiz, Fernando. El engaño de las razas. 1975. Editorial Ciencias Sociales. La Habana (Cuba)
13. Si quedara dudas sobre la construcción histórica de la categoría racial y su importancia en los imaginarios culturales, consideremos la paradoja de que el Premio Nobel James Watson, descubridor del ADN, quien sufrió discriminaciones como judío, debió dimitir de su responsabilidad como rector de laboratorio Cold Spring Harbor, tras sus recientes declaraciones cuestionadoras de la inteligencia de los africanos. Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es igual que la nuestra, mientras que todas las pruebas dicen que no es así, aseguró.
Reuters. Octubre 28/2007. Internet.
14. Ramonet, Ignacio. Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet. 2006. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana (Cuba). Págs. 228-233.
Los negros no viven todavía en las mejores casas, se les ve desempeñando trabajos duros y a veces menos remunerados, y son menos los que reciben remesas familiares (…), expresó el presidente Castro. Ob. Cit. Segunda edición revisada y enriquecida por el protagonista. Pág. 261.
15. Todas las citas del párrafo son resultado del trabajo de campo de la autora