¿Porque un hombre escribe? ¿Por qué escribo un ensayo, una poesía, un texto dramático? ¿Porque estoy escribiendo, yo negro de América, sobre el teatro negro? Creo que es legitimo relacionar biografía personal y creación artística de quien escribe, en mi caso es algo que no solo es asunto de competencia critica sino trabajo de autoinvestigación, para que emerja, como hace el paleontólogo con la pesquisa estratigráfica, la esencia, el contenido de la verdad, la trama filosófica del objeto de pesquisa. Igual que Walter Benjamin pienso que la filosofía surge del fin del mito, y es ese momento liminal, ese instante crucial que corresponde a la raíz de la tradición africana en el Occidente Europeo después de la Trata esclavista (Plantación) y que señala para mí y para otros investigadores el momento “catastrófico” que se debe observar desde diferentes ángulos, con diversos instrumentos, sabiendo que cada uno es parcial y que su esencia tiende a ser secreta y a escapar continuamente.
Este problema filosófico, me inspira y me inspirará siempre en mi obra de formación autoral a través de la creación, que espero tenga su propia autonomía para hablar por si misma.
LA SOMBRA DE SI MISMO
La sombra te acompaña fiel: una fuente de luz contra la pared a tu frente revela antes a ti mismo que a otros, que existes, que eres persona viva, no fantasma.
De lo invisible/invisibilidad = ser sombra, a lo visible. Proceso histórico de emancipación y asunción progresiva de derechos y responsabilidad participativa.
Platón, en la Republica, libro VII, con la metáfora de la caverna nos habla de seres encadenados desde la mas tierna edad, con la mirada hacia el fondo de una caverna donde pasan sombras de hombres que afuera viven y hablan, mas los encadenados, tienen solo la experiencia de ver sombras y solo a estas consideran la realidad. Platón nos dice que si fueran liberados propugnarían la verdad de la sombra contra aquella de la corporeidad, defendiéndose de la luz del sol la cual no podrían sostener, aun mas llegarían a matar quien intentara arrastrarlos fuera de su condición.
Parafraseando a Platón por antitesis, digo que esos seres una vez ya sin cadenas, libres, pueden discriminar la apariencia de la verdad
Parafrasear la idea platónica me sirve para explicar la herencia del hombre negro en América después de la Trata, el nudo problemático de la culpa hacia otras sombras, aquellas de sus ancestros y la radicación de su persona en aquella parte subterránea que viene expresada con las practicas religiosas, todo esto es su fuente y alimento y no puede permanecer mito por siempre cristalizado. Esto abre pasajes a la muerte en la vida, negando la esperanza.
Con estas motivaciones este ensayo intenta indagar el pasaje liminal que lleva al héroe mítico/oricha hacia el hombre, donde existe una riqueza y una polisemia de contenidos que favorecen una elección de búsqueda apasionante, decisiva para la formación del propio hombre.
Hoy el mito negro está consignado a un mercado de consumo global, mas-mediático, y a la manipulación de un sacralidad descompuesta
“A religião agora depende das forças de oferta e procura, devendo adaptar-se a novas situações e novas demandas. Reage ás suas concorrentes lançando mão da propaganda e dos meios eletrônicos de comunicação, simplificando sua linguagem em função de um limitado número de produtos religiosos cuja propalada eficácia é o atrativo dos neodevotos que arrebata em massa.”
Los mismos conceptos, Real maravilloso y Realismo mágico, después de algunos autores de los cuales no me parece oportuno sin sombra de dudas negar su contribución histórica y critica, como Alejo Carpentier, Gabriel Garcia Marquez, Rene Depestre entre otros, se están convirtiendo en un simulacro banal y celebración de la apariencia. Autores latinoamericanos reivindican la continuidad de estas estéticas tras una falsedad aparente de brillo holliwodiano dando a sus lectores solo lo que exóticamente ellos quieren recibir y no lo que realmente existe.
El ESPACIO SINGULAR DEL TEATRO NEGRO CARIBEÑO
A que llamo teatro negro?
Como director de teatro e investigador de tradiciones latino-caribeñas de matrices africanas vengo desarrollando una pesquisa transversal en la cultura teatral caribeña (teatro negro), con el objetivo de construir un abordaje teórico histórico de las performances radicadas en esa identidad, ya que esas performances constituyen patrimonio de cultura y expresan conocimiento colocándose al servicio de las fuerzas de resistencia cultural en el escenario de la post-modernidad occidental.
Comprendiendo negro como identidad, tradicion e herencia africana, o teatro negro, a partir de uma visão cronológica de análise e de performances, é concebido como um movimento constituído por performances, obras e encenações dramaticas negroafricanas – da origen e da diáspora. Por exemplo, desde rito e teatro Djebo del Gabon, Egun de Nigéria, até a secularizazação do Teatro Ioruba, Teatro Caribenho, Minstrel Show, Teatro Negro de Harlem (1910-1961), Novo Teatro Negro Afro-americano (1963-1972), Teatro Experimental do Negro/TEN (Brasil), Novo Teatro Étnico e Movimento do Teatro Ritual Caribenho. Entre seus principais expoentes incluem-se Wole Soyinka, Aimé Césaire, Abdias do Nascimento, Eugenio Hernandez Espinosa, Barbara Ann Teer e Leroi Jones (Imamu Amiri Baraka).
La concepción teatro negro también puede ser observada como un movimiento que fluctúa en función del momento histórico social donde se producen performances y obras dramáticas que expresan los tres puntos fundamentales de este teatro, identidad, ciudadanía y ritualidad del hombre negro en cualquier contexto cultural donde vive.
Existe una polémica teatro negro/teatro ritual caribeño: una discusión totalmente cubana con pocos interlocutores dentro del medio crítico oficial. Al final Cuba es uno de los países donde más está enraizado este movimiento de teatro negro. El teatro cubano casi siempre expresa la identidad cubana y esta es inevitablemente negra, en este teatro cubano encontramos realidades tradicionales afrocubanas y aunque el mundo académico lo intenta diferenciar rotulando de folklórico, a su vez la discusión dentro de este mundo da validez a su existencia. Un ejemplo claro de eso es que el teatro negro cubano es considerado teatro negro para el público general, teatro de expresión folclórica para las instituciones y teatro ritual caribeño para algunos críticos e investigadores. Esta polémica cubana también no ignora que fuera de Cuba siempre se ha hablado de teatro negro al citar obras como las de Leroy Jones (Amiri Baraka), y Abdias do Nascimento.
Para algunos críticos cubanos la acepción de teatro ritual caribeño sustituye una antigua concepción que correspondía a la política cultural de los anos 70. En ese periodo entonces el teatro negro fue llamado teatro sociológico o de la marginalidad. La dicción teatro ritual caribeño es defendida por la crítica y investigadora teatral Ines Maria Martiatu lo que podemos observar como un aspecto de la cultura de resistencia/macaco significador que individua las manifestaciones espectaculares relacionadas a la identidad afrocubana, denominadas por la crítica oficial como de expresión folklórica. Esta opción formal sirve como macaco significador porque expone la presencia de una dialéctica blanco/negro en el interno de un país “revolucionario” que se vanagloria de ofrecer a todos una igualdad racial y cultural.
¿DRAMA NEGRO CARIBEÑO?
La palabra drama y teatro tienen conceptualizaciones diferentes, según la cultura a la cual pueden estar referidas. En este caso, estudiando las obras significativas del teatro negro caribeño, vemos que analizándolas comparativamente revelan la universalidad del drama negro dialogando con diferentes discursos: Teoría del Teatro, Antropología, Historia, Estudios Culturales, Semiótica y otros hablares que vehiculan su permanencia como arte de poiesis, de metáforas y metonimias, arte táctica de autonomía y resistencia practica ante los estudios que intentan observarlo partiendo científicas políticamente intelectualizadas.
De las raíces del self (persona), el drama negro se desarrollo en un exilio entre el Caribe y la otra América, la de los guetos y de las buenas intenciones libertadoras de los anos 70. Paisajes del post-esclavismo, mujeres y hombres desenraizados, sin ataduras a una ética comunitaria, sino al margen de la sociedad, a la magia con vínculos, dannazione y no redención, el habla de historias del hombre negro con estilos dramáticos y montajes innovadoras que sus creadores nos lo han presentado de forma testimonial, arrancadas de su experiencia de vida. Ago que se observa cuando vemos los protagonistas de este teatro, llevándonos a descubrir una historia colorida, trabajada con su propio lenguaje (¿una Babel patois?). El hombre negro junto a otros protagonistas, negros blancos y mestizos en la busca tenaz de su dignidad, sin ilusiones.
En estos escenarios el teatro negro en su aspecto socio-semiótico, representa una extraordinaria sutura, que no encontramos en la tradición occidental europea, de ideologema del símbolo con ideologema del signo. Tomando como referencia a Julia Kristeva, defino el ideologema función íntertextual que se puede leer “materializada” en los diversos niveles de la estructura de cualquier texto, y que se extiende a través de todo su desarrollo facilitándole sus coordenadas histórico-sociales.
El modelo del símbolo que hallamos en el mito y en todas las practicas significante/texto de la sociedad sincrética, actúa con unidades simbólicas que son unidades de limites en relación al universo simbolizado (el heroísmo, la virtud, la traición) y en su lógica es antiparadòjico, dos opuestos son incompatibles (el bien-el mal, lo femenino-lo masculino), imponiendo una inmediata resolución de las contradicciones.
El ideologema del signo responde a una unidad menos extensa, proyectando el símbolo en algo inmediatamente perceptible, concretizándolo, objetivándolo.
La unidad de la practica semiótica del signo se articula como una concatenación progresiva de metáforas, con una estructura narrativa donde los opuestos son presos en un engranaje de múltiples desviaciones que ofrecen, siguiendo a la Kristeva, la ilusión de una estructura siempre abierta, a conclusión arbitraria (se puede hablar de ilusión, mientras existe una programación de la no-disyunción). Con el ideologema del signo se arriba a la infinitizaciòn del discurso que no depende más de lo universal, de la idea en si, siendo en constante transformación, capaz de generar pensamientos múltiples, proyectados hacia lo que podrá ser. Es el ideologema que, desde el Renacimiento, contra distingue en Europa el pensamiento moderno: combinatorio, relativo, transformador.
Con estos esclarecimientos retornamos a la enunciación que el teatro negro representa una sutura entre lo simbólico y lo sìgnico: esto se puede demostrar examinando sus textos y performances y reverenciándolos a la unidad plurisignificativa de su tradición: cultura, religión, mito, rito. Iluminadora es la figura de Echù / Eleggua y la practica, dispositivo ritual diría Augè, de la adivinación, combinatoria, relativa, transformacional, y la misma cosmogonia inmanente y no trascendente: los orishas/dioses cabalgan a los hombres, viven y gobiernan, y el cuerpo tiene la función de marca no limitante, sino expansiva en la performance del ritual narrado, unión de lo visible y lo invisible, donde actúa concretamente la paradoja de la no disyunción entre lo divino e lo humano.
Echù / Elegguà, como el Hermes clásico, es el hábil intermediario entre el espacio sagrado y la cultura material del hombre. Respecto a la tradición afroamericana, el ejerce socialmente la función de facilitador del mestizaje, acompañando al negro en el proceso de enfrentamiento a los diferentes códigos del colonizador.
Es por eso que la producción teatral de origen africano, a menos que se reduzca en repertorio folklórico momificado que no es aquello que nosotros deseamos, puede ágilmente inserirse en la postmodernidad, con su espasmódica necesidad de reintegrar el “cuerpo negado”, más que el teatro oriental tan admirado por los cultores del etnoteatro, la antropología teatral y los performance studies.
Franco Ruffini (2000) habla de “teatros bajo la piel” y de “teatro sobre la piel”. Exponentes de este ultimo, como Stanislaskij, Grotoski, Barba, en el entrenamiento del actor, han introducido el trabajo de “movimientos en precario equilibrio”, para modificar, transformar, mostrar el desmoronamiento de la rigidez codificada del cuerpo acorazado que genera inexpresividad y malestar.
Quedan ahora los primeros pasos de indagación explorativa según un “modelo freudiano”. En el caso del teatro negro no creo se trate de pensarlo como función resolutiva o catártica del malestar del grupo, por lo menos no solo, sino conducirlo a la idea freudiana de la “sublimación” de la angustia de muerte que acompaña el hombre desde el momento de su aparición sobre la tierra. La cultura de origen africano se propondría, con su corpus de religiosidad, creencias, mitos, ritos, entre los más complejos ejemplos de sublimación de la neurosis humana de los cuales todavía no son alienadas aquellas componentes libidicas que en otras culturas, disueltas en el delirio de la pura abstracción o de la negaciòn operada por la ideología, han permitido que se introdujese “la muerte en la vida”, haciendo extremadamente difícil un desarrollo hacia la recomposición de fracturas demasiado profundas.
Misterio es la esencia de la herencia africana en las Americas, lo que se entrega a la poiesis del arte, que sabe representar la parte màs secreta de la existencia del negro, el quemarse en el crisol de la historia, con el dolor de no ser dos, la angustia de la obligaciòn a construir en años lo que el conocimiento del colonizador hizo en siglos ( Cristophe ), la verguenza y el panico de una metamorfosis que todavìa no se ha cumplido.
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